Me quitas el cinturón de castidad, me das Viagra y vigilas que me haga efecto. Cuando notas que empieza a ponerse durita (mi pililla, como dices tú), vuelves a ponerme la capucha del cinturón de castidad para que esté enjaulado, para que ese deseo insatisfecho me torture.
- Así desearás sentirte más cornudo –me adviertes.
Y es cierto. Tengo deseo, mucho, pero no puedo satisfacerlo. Me es imposible y entonces me pellizco los pezones para notar algún dolor que me dé sensaciones y ese dolor me excita aún más. Dejo de pellizcarme los pezones, mientras tú me miras y te ríes.
- ¿Quieres follar? –me preguntas muy ladina.
- Sí, por favor, te lo suplico.
Y entonces sales y regresas con una vagina de goma de esas que venden en los shepshop. Y me la pasas por la cara. Me había hecho ilusiones de follar contigo, pero hace ya años que no follo contigo. Nunca. Desde que te sugerí que me gustaría verte follar con otro, hacer un trío, todo ha cambiado en nuestra vida. Descubriste mi vena sumisa y me has convertido en tu esclavo.
- ¿Quieres follar? – me insistes mientras me pellizcas los pezones y notas que se me pone durita por el dolor, por la humillación y por el Viagra.
- Sí, por favor –te suplico.
- De acuerdo. Pero entonces tendrás que llamar a mi amate y suplicarle que venga a follarme.
Y digo que sí a cabezazos. No hace falta que hagas todo esto para follar con otro y hacerme cornudo. Tienes libertad para hacerlo cuando quieras, como quieras y donde quieras. Y de hecho lo haces. Pero gozas haciéndome sufrir/gozar. Humillándome. Obligándome a reconocer que soy cornudo y que soy tuyo.
- Es el placer del poder. Y una vez que lo has probado te vuelves adicta a él -me explicas.
- Lo sé, sé que tiens el coño mojado.
- Cierto. Así que llama a mi macho. Y suplícale.
Y lo he llamado y le he suplicado que venga a follarte, a hacerme cornudo, mientras tú me azotas el culo y yo muestro la polla (mi pito) a punto de estallar dentro del cinturón de castidad, tanto por el deseo de la Viagra, como por la excitación de la humillación. Porque cuando ha venido te ha cogido en volandas y te ha follado sobre la cama, mientras yo miraba la escena excitado, muy excitado, pero sin poder satisfacerme. Por eso cuando él te follaba sentía un extraño placer mezcla de humillación y deseo.
Pero cuando estaba a punto de correrse, le has sacado la polla, te has sentado en la cama y has hecho que se corriera sobre tus pechos, sobre esas tetas que jamás he besado ni lamido, porque me lo tienes prohibido. Son un fruto prohibido para ti, me has dicho. Por eso, cuando me has dicho si quería chuparte las tetas, mamar de ellas por primera vez he dicho que sí dando cabezazos. Sí, sí, por favor, te lo suplico.
- Entonces ve. Acércate y mama.
Y me he acercado de rodillas hacia donde estás y he visto que están llenas del semen de tu macho, de su corrida.
- Mama -me has dicho.
Y he pegado mi boca a tus pezones y he mamado.
- No, con la lengua.
Y he limpiado tus tetas de su leche con mi lengua.
- ¿Qué se dice?
- Gracias.
- ¿Quieres correrte?
- Si, por favor.
Y entonces me has quitado el cinturón de castidad, has cogido la vagina de goma y me la has metido en mi pene. Y has comenzado a moverla hasta que al instante me he corrido.
- Encima de cornudo impotente, eres un eyaculador precoz. ¿Comprendes ahora por qué eres cornudo? -me has dicho, mientras vuelves a la cama para seguir follancon tu verdaderom macho.
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