- Desnúdate, ponte de rodillas y mira, cariño.
Y me arrodillé en el sofá, frente a vosotros. Lo vi todo. Como te lo comías a besos, como lo desnudabas, como te desabrochabas los pantalones, como le chupabas la polla como a mí jamás me la habías chupado porque me decías que no te gustaba. Vi como lo desnudabas. Lo vi todo sin decir palabra. Con un dolor muy fuerte en el pecho, pero cono mariposas en el estómago y la polla dura. No sabía qué me pasaba. Tú supongo que sí, porque cuando te corriste, te levantaste de su polla y me hiciste gestos para que me acercara a la cama.

Me quedé de piedra, no sabía qué hacer, me daba asco, pero seguía con la polla dura. Y más dura se me puso cuando me diste dos fuertes hostias y me obligaste a que lo hiciera.
- Hazlo. Obedece.

Eso ocurrió hace tres meses.
Desde entonces es tu amante fijo, follas con él regularmente y siempre me preguntas si te sigo amando a pesar de mis cuernos.
- ¿Me amas, cornudo?
- Sí, amor mío. Te amo.
- Me gusta que cumplas tu promesas de amor; aquello que me dijiste de que me amarías incluso si te hiciera cornudo. Que me perdonarías. ¿Me perdonas?
- Sí, cariño. Te perdono.
- Entonces llama a mi amante para que venga. Quiero follármelo. Y hacerte cornudo para que me demuestres cuánto me amas.
0 comments:
Post a Comment